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Es un árbol nativo de los bosques secos de Centro y Sudamérica. El Palo Santo (Bursera Graveolens) debe crecer al menos 40 años, para después morir de forma natural donde permanecerá al menos tres años más antes de ser procesado para aprovechar sus múltiples beneficios. Este tiempo de maduración es la única forma de conseguir su aromático aceite esencial, dándole su distintivo olor lleno de múltiples beneficios. 

El Palo Santo ha sido utilizado desde épocas milenarias por culturas indígenas que lo empleaban como una herramienta sagrada de limpia y purificación.

Como parte de nuestro compromiso y responsabilidad por hacer buen uso de los recursos naturales, en ÍGNEA nos hemos asegurado de que nuestra materia prima provenga de una fuente éticamente responsable. Al consumir en ÍGNEA te aseguras que ningún árbol haya sido talado, apoyando así a comunidades locales comprometidas con la conservación y cuidados de este maravilloso árbol sagrado.